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martes, 29 de marzo de 2011

ANTROPOLOGÍA SEXUAL LITERARIA



Ana María Garduño Gaxiola

Autor: Ana Garduño: Cuba

Es evidente que la sexualidad constituye una de las etapas esenciales de la conducta humana. Hablar de “instinto sexual” meramente desde una perspectiva biológica sería un error. Para designar el área instintiva sexual Freud eligió el término “líbido”. Jung pretendió que líbido debía  interpretarse como “instintividad general”. En realidad, se trata de configuraciones distintas de la conducta humana. En el instinto se alude más directamente a sus radicales biológicos; en “eros” a sus radicales psicológicos y humano. Quiero en estos momentos introducir la palabra “ágape” y así, traten de acompañarme en este viaje, donde poco a poco formaremos una estructura de la conducta amorosa del hombre a través del tiempo.
SEXO, EROS Y ÁGAPE son tres aspectos relacionados, presentes simultáneamente entre el hombre y la mujer. Es evidente que existe la “atracción sexual”, “la atracción erótica” y “el reino del ágape”.

En la atracción sexual se incluye toda trama de simpatías y antipatías, deseos y aversiones, vitalidad y fatiga, interés y desinterés, lo novedoso y lo cotidiano. Gracias a todo esto, el hombre y la mujer se apasionan el uno por el otro y también se decepcionan. La atracción sexual y la erótica, la primera biológica, la segunda psicológica, no serían (y no son) duraderas si no van enhebradas por el sutil hilo amoroso que pertenece al reino del ágape y que es capaz de permanecer, a pesar de las oleadas y mareas de los instintos y de los sentimientos. Esta triple estructura se halla imbricada en toda la conducta amorosa de la humanidad. Como un sigiloso testigo observo como hoy en día existe una tendencia reductiva en la sexualidad, por empeñarse en no existir más que en uno de sus planos: el del “sexo”.

“Vivimos en un mundo tan “erotizado” que ya empieza a producirse una cierta alarma en los lugares más progresistas. Es el final de un largo camino al que nos llevaron Havelock Ellis, D. H. Lawrence, H. G. Wells y otros tantos. El viejo Freud les dio su bendición. El sexo se ha convertido en manía, en enfermedad, como le ocurrió al propio Lawrence que, como tantos otros profetas de este culto, era o casi era impotente. Los niños, a los nueve años, en lugar de leer libros de cuentos, tienen en sus manos el Kama Sutra. El sexo es la religión de la sociedad más desarrollada económica y culturalmente.” Dijo: Malcolm Muggeridge.

Muggeridge era un escritor brillante y agresivo: Quizá se escandalizó demasiado en aquel tiempo: me encantaría saber cuál sería su opinión acerca de nuestra situación actual.

En primer término, en cualquier rasgo de la conducta humana, hemos de ver lo que hay de normal y de anormal. Las anomalías sexuales son antiguas y permanentes en la especie humana: Ya lo vemos representado en las figuras sexuales de los museos iniciáticos que es lo mismo que nos ha legado la tradición erótica grecorromana. Lo que varía en cada época histórica es la línea de lo que se considera vida sexual normal o natural en el hombre y lo que se considera anormal.
Hay dos maneras de concebir la dialéctica de los sexos. Una, simbolizada en la historia bíblica y otra, en el antiguo mito platónico. Ambas radicalmente distintas:
Platón lo refiere en el Simposio, “Existían unos seres que simultáneamente eran hombre y mujer. Su figura resultaba monstruosa: dos caras que miraban en direcciones opuestas, cuatro orejas y todo lo demás que pueda suponerse. Su fortaleza era tanta que Júpiter decidió debilitarla partiéndola en dos, como se parte una fruta. De estas dos mitades incompletas proceden los dos sexos, y así, andan buscándose uno a otro para lograr la unidad y con ella curar al Ser de su inferioridad nativa. Las dos mitades que forman al andrógino peregrinan por el planeta, es decir, que la fusión supone la unidad y que la separación supone la guerra.”
Del Antiguo Testamento (La creación y la caída) en el segundo relato (La caída): Entonces Yahvéh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvéh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó:
“Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada varona, porque del varón ha sido tomada”. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro. 
Autor: Ana Garduño: Karmín

Con el cristianismo se inició una etapa de exaltación de la castidad y de la virginidad. Era necesario mortificar la carne. En la representación artística Isis, Astartè, Afrodita y Venus quedan sustituidas por la Virgen María. Se fragua una metafísica de la carne y se inicia una represión sexual basada sobre la noción del pecado de la carne. Se atacó al desnudo como efigie del pecado. Entonces el arte religioso produjo diversas “Vírgenes con Niño” en las que procuró dejar residuos y detalles de una carne en represión, que podía por otra parte favorecer la sublimación iniciada.
El mito platónico las dos mitades de la humanidad, primeramente iguales, se han desigualado en el transcurso de la historia. La peor parte de este proceso ha correspondido a la mujer, dominada por el espíritu agresivo y hostil del varón. La mujer no es igual ni desigual al hombre, sino sencillamente “lo otro”. En lugar de igualdad o desigualdad, yo hablaría de “alteridad de los sexos”.


Demos un salto en el tiempo y el espacio; asomémonos en la vida sexual de los primitivos, ahí podremos observar que estos pueblos naturales no disponían de memoria y entre sus antepasados pueden figurar a un mismo nivel tanto sus padres inmediatos como los más remotos. Nuestros conceptos de amor y sexualidad no significaban nada para estos pueblos que realizaban su sexualidad en los límites estrictos de lo natural. El primer documento arqueológico de la vida sexual es”La Venus de Willendorf”(Mujer de formas monstruosas, con vientre enorme, senos voluminosos, ombligo horizontal, piernas regordetas y cortas, rodillas muy bien torneadas y monte de venus extraordinariamente abultado.
En este período el hombre se hallaba en un estado de evolución muy elemental, la sexualidad debió tener primicia sobre sus otras potencialidades. Parece que la tesis tan combativa de la promiscuidad sexual tiene razones sólidas. El acto sexual era realizado de una manera expeditiva, en la que el elemento psíquico no se hallaba evolucionado.  
En las civilizaciones de la antigüedad existía una concepción sacral de la sexualidad, Ishtar e Isis, divinidades femeninas y maternas, significaban a la vez lo generativo y protector, pero eran asimismo símbolos del deseo y del placer sexual. Prueba patente de ésto es la famosa estela votiva egipcia “Ny-Carlsberg Glyptotheke” de Copenhague. En el templo de Khajurao, en la India, se puede observar por medio de los grabados y esculturas que adornan a éste; como el arte hindú entró en una fase de intensa actividad, donde sus principales características fueron el realismo, la maestría de trazo y la precisión técnica. La evolución posterior se distinguió por una preocupación constante hacia la belleza femenina y hacia expresión del erotismo. La sexualidad (Kama) es uno de los cuatro fines que el indio atribuye a la vida. En la Roma clásica los misterios báquicos, eran ritos obligatorios para los afiliados a las religiones heredadas de Grecia, y su ceremonial iba mezclado con muchos contenidos eróticos que generaban una intensa promiscuidad sexual y servían de tapadera a toda suerte de situaciones eróticas practicadas con el mayor desenfreno. De entre los diversos misterios existentes, los báquicos eran los más curiosos en este sentido, ya que Baco (el Dionisos griego) era el dios de las orgías y del vino e incluso de la potencia genésica. En Pompeya existe un fresco llamado  “Casa de Diomedes” éste nos muestra los misterios de este culto. A través de los poetas líricos y satíricos de la Antigua Roma conocemos  también estos costumbrismos, y qué decir del relieve romano que representa a Apolo entre las tres Gracias, que ha sido titulado también “joven entre hetarias” La asociación de ambos títulos es explicable por cuanto a las Gracias se les rendía culto como dispensadoras de todo lo que embellece la vida, la hace agradable y placentera, “sin ellas no existe ningún goce”. Se llamaban: Aglaya, Eufrosine y Talía.
Autor: Ana Garduño: Eros

En la Edad Media con el amor cortesano florecen las cortes de amor de las que forman parte: nobles, eclesiásticos, poetas y músicos. Nacen una poesía y una literatura erótica en las que la mujer ya no es un objeto de placer sino una pareja del hombre en el amor. Las Cruzadas impusieron a la Iglesia el contragolpe de una cierta tolerancia en lo sexual. Los Templarios fueron a las Cruzadas con 13 000 cortesanas y de esta manera poco a poco fue reconociéndose la necesidad social de las instituciones proxenéticas. Con el decreto de Federico III dando licencias comerciales a las cortesanas, la prostitución se insertó en la sociedad como una necesaria válvula de escape.
El proceso de lo que hoy llamamos Renacimiento fue lento. La obra de Boccaccio se caracteriza especialmente por haber proporcionado la pauta de la trivialización del erotismo, dando una vuelta de cerradura a la literatura amorosa medieval. Mientras que en ésta, los héroes formaban un grupo aparte, segregado de la Clase social más alta, Boccaccio abre las puertas a los plebeyos, a los burgueses y en general a la gente de baja extracción. La mujer sustituye, liza y llanamente a la gran dama. Ya no exige grandes heroísmos para que el hombre se haga acreedor a sus gracias naturales; y el hombre, a su vez, no se embarca en luchas por el honor y la fuerza, sino por la astucia y las habilidades tácticas.
Durante miles de años reinó el desconocimiento parcial sobre la relación cópula-fecundación se le asignaba el papel de la reproducción principalmente al hombre, convirtiendo a la mujer en tierra apta para recoger la semilla. Todas las sociedades habían sido antifeministas, trataban de demostrar la inferioridad y la total dependencia de la mujer respecto al hombre. Descartes con su teoría de los dos espermas ponía el acento sobre la participación de la mujer en la reproducción. Esta teoría, atacada en sus bases y demolida por Harvey, (el descubridor de la circulación en la sangre) se vería no obstante refrenada por los “ovistas” sostenedores de que todo ser vivo procede de un huevo. El descubrimiento más sensacional se dio en el siglo XVII. Se pudo observar, gracias a potentes lentes, que en el semen del hombre había millares de “animálculos”que se movían con una vitalidad sorprendente y que morían al cabo de escaso tiempo. Los espermatozoides, gracias a su asombrosa movilidad, podían trasladarse hasta la matriz y empezar así el ciclo de la reproducción. La pasión que despertó el sensacional descubrimiento abrió el camino de futuras conquistas, y todas las teorías discriminatorias habrían de ir cayendo una a una.
Autor: Ana Garduño: Era

El tratamiento social de lo erótico depende de una compleja serie de factores culturales, y de su desarrollo (desde luego, no ha sido lineal). En este sentido, algunos conceptos actuales son hijos directos de la hipocresía y los formulismos sociales del siglo XIX. Que no siempre fue así lo demuestra la libertad con que los temas sexuales eran tratados por los escritores medievales (recuérdese El Decameròn o Tirant lo Blanch) e isabelinos, Shakespeare entre ellos. En muchas obras del dramaturgo inglés (La comedia de los enredos, Enrique IV”segunda parte”, trabajos de amor perdidos) el erotismo, no la obscenidad, enfermiza consecuencia de varios siglos de represión, alcanza altos valores estéticos. La literatura, tanto en el campo de la prosa como en el de la poesía, ha dedicado especial atención a esta temática tan vital. En la antigüedad oriental y dentro de la más pura religiosidad hindú, surgieron el Kama-Sutra y el Ananga-Ranga, manifestaciones literarias a la par que morales donde el sexo era objeto de enseñanza mediante reglas adecuadas para su manifestación en la conducta humana, en el mundo árabe siguió al igual este proceso didáctico-normativo en libros como “El jardín perfumado y Las mil y una noches”. Del Arcipreste de hita”el libro del Buen Amor”, de Margarita de Navarra “El Heptameron”, de Rabelais “Gargantúa y pantagruel”. No olvidemos las piezas de la novela picaresca española:
Autor: Ana Garduño: Lingam

La pícara Justina, La lozana andaluzca, la hija de la Celestina, La niña de los embustes, El bachiller de Salamanca (En las obras maestras de este género, El lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache, por ejemplo, el elemento erótico apenas aparece).
En Europa recordemos a Diderot “la monja”y diversas obras de Rousseau, la obra poética de Baudelaire y Verlaine, pasando por Goethe “Werther”, Laclos “Las amistades peligrosas”, Flaubert ·Madame Bovary”, Stendhal “Tratado del Amor”, Balzac “Cuentos picarescos”, Zola “Nana”,etc. Mención especial merecen los escritos del Marqués de Sade y de Sacher-Masoch, que dieron nombre respectivamente a las sexopatías más complejas : el sadismo y el masoquismo.
D. H. Lawrence,entre los mejores escritores ingleses, dedicó su obra a remover todo lo que de podrido había en su país, oprimido por tradiciones deshumanizadoras “El amante de lady Chatterley y Mujeres enamoradas”.

Al lado de Lawrence puede situarse a Henry Miller. Aunque ante la crítica literaria su obra es discutidísima, porque se considera que está compuesta de un 75% de prosa seria, profunda y viva, Y de un 25% de desvergonzada pornografía. Los libros más importantes de Miller son:
Trópico de Cáncer, Trópico de capricornio y La Crucifixión Rosada. Este
último es una trilogía compuesta por Plexus, Nexus y Sexus. Según el propio Miller, esta obra es su realización maestra.
Sería imperdonable no mencionar en este género al escritor ruso que alcanzó enorme fama: Artsybashev, su primera publicación fue, “Sanin” después publicó “El millonario” y finalmente, “El punto de ruptura”. De Vladimir Nabokov, “Lolita” en esta novela aparece la perversidad casi como una manifestación de la inocencia, algo así como si se hubiese detenido en su  evolución en la fase de perversidad polimorfa que Freud afirma atraviesan los niños, en general, antes de llegar a la madurez sexual. El tema de las relaciones entre inmadurez, inocencia y perversidad, está realmente poco explotado científicamente a pesar de todos los avances de la sicología profunda. El análisis de Nabokov es lúcido y de extraordinario valor.

Un compendio de anomalías sexuales lo es también “El Ulises”de James Joyce así como “El infierno” de Henry Barbusse. Temas tratados con una epicúrea finura son los de Pierre Louis sus obras más conocidas son Afrodita y Las Canciones de Bilitis. Su literatura implicaba, por su referencia a la vida griega clásica, un acusado erotismo paganizante que hizo famosas estas obras del autor francés.
Autor: Ana Garduño: Crucifixión
Alberto Moravia escritor europeo considerado de primera fila publicó su novela “La Romana”, sobre esta misma temática aunque montada en forma diferente, se constituyó la novela de Gerard Avelane en “El Umbral del Reino”.
Sobre temas eróticos de la antigüedad clásica griega se han estructurado diversas novelas, entre ellas sobresale “Safo” de Alexander Kirslov, que cuenta en forma novelada la biografía y los amores de Safo de Lesbos.
Y sobre la homosexualidad masculina dos obras muy conocidas a cerca de este tema: “La máscara de carne”, de Maxence van der Meersch y “Sendas equívocas”, de Stefan  Zweig. Finalmente la obra del norteamericano Erskine Caldwell, renueva el realismo erótico de las obras de Balzac y que se vio enredado en un proceso debido a su novela más difundida “La chacrita de Dios” traducida a 21 idiomas, publicada en 26 países, y sólo en Estados Unidos ha vendido más de 9 millones de ejemplares.

Creo que con esta visión panorámica de la prosa literaria sobre lo sexual hay ya bastante para justificar el título de este artículo. De todas maneras quiero complementarlo citando lo que en el campo poético se ha producido en torno al tema: Los poetas han forjado siempre los cantos amorosos de la raza, y al hacerlo así han trazado senderos naturales y obligados para la evolución sexual. Pero la poesía  (y entendamos por tal no sólo los versos, sino también la prosa de forma y espíritu poético), se ha ocupado muchas veces de anomalías sexuales y las ha hecho más aceptables al darles el valor estético. Así, por ejemplo, desde la lírica de Safo cantando la homosexualidad femenina y los Diálogos de Platón enalteciendo la homosexualidad masculina, hasta la obra de Wilde defendiendo estéticamente la homosexualidad, pasando por los sonetos Homosexuales de Shakespeare, tenemos toda una línea histórico-poética dedicada a socializar estos hechos, dando con ello al problema de la homosexualidad un giro más humano.
Respecto a la sexualidad, varios poetas actuales han pretendido colocarla en un plano libre, lejos de las enormes represiones que ha sufrido hasta nuestros días, de estos poetas citaré : Edna St. Vicent Millay, Arturo Davison Ficke, Donald Evans, Robinson Jeffer y sobre todo, a Walt Whitman, figura capital en la lírica norteamericana, Whitman quiso liberar a la sexualidad y , en general, a todo lo que hay de más vivo en el hombre, de las represiones e hipócritas gazmoñerías de las sociedades puritanas y superconvencionalistas, en realidad podridas por dentro y obsesionadas por el sexo. La obra cumbre de este autor es “Canto a mí mismo”, parte de su único libro “Hojas de hierva” que fue creciendo en extensión desde su primera edición hasta la última (Como Baudelaire, es poeta de una sola obra. En el Canto a mí mismo están contenidos su doctrina y su mensaje).

 Dait
Autor: Ana Garduño: Sílfide

Soy la página dispersa 
clave los símbolos 
del libro que concluye

De las letras mayúsculas 
ocultas en los milenios
de los templos místicos

Síntesis mágica de un hombre
remanso de tu patria en éxtasis

Soy el espejismo triangular
Que te señala la estrella de Salomón

He cincelado el verbo 
en la piedra
hundiéndome lentamente
entre las arenas

De mi vientre brota la zarza ardiente
Que es, ha sido y será.




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